miércoles, 8 de julio de 2009

Higos, la última fruta del verano

Al final del verano te percatarás

de la sutil vehemencia de asir

una mano y encadenar el alma

que el deseo no significa amar

que los besos no son contratos

ni dádivas las promesas dichas.

Sentir que cada experiencia duele

si es vivida como irrepetible, sueño

intransferible a terceros ni a futuros

y que lo mejor era el momento lleno

que estabas viviendo en ese instante

de auroras despertando los girasoles

Empezarás a asimilar tus derrotas

con la cabeza cabizbaja y los ojos

entornados reinventando caminos

en el aquí y ahora pues el invierno

no ha llegado y es pretérito el estío

de luciérnagas en las madrugadas.

A la sombra de la higuera sabrás

el por qué no fueron suficientes

los deseos en ímpetu derramados

ni por qué las palabras escrutadas

en aquel momento de ofuscación

te siguen lastimando las heridas.

Aunque pretendas ocultar el otoño

extrañarás las risas de higos maduros

y sabrás el por qué si quiera intentar

retroceder, añorar o pedirte perdón

frente a una higuera desnuda ya no

tiene sentido, amor que fue urgencia.

Inexorable el otoño está ahí fuera y tu

interior te reclama, su rosal y limonero

con sus flores, sus frutos y sus espinas

aferrándose a la lucha por el presente

como tú, que te crece en las tormentas

que tu mirada en las noches presienten.

Como tu, que te creces en las tormentas

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