Higos, la última fruta del verano
Al final del verano te percatarás
de la sutil vehemencia de asir
una mano y encadenar el alma
que el deseo no significa amar
que los besos no son contratos
ni dádivas las promesas dichas.
Sentir que cada experiencia duele
si es vivida como irrepetible, sueño
intransferible a terceros ni a futuros
y que lo mejor era el momento lleno
que estabas viviendo en ese instante
de auroras despertando los girasoles
Empezarás a asimilar tus derrotas
con la cabeza cabizbaja y los ojos
entornados reinventando caminos
en el aquí y ahora pues el invierno
no ha llegado y es pretérito el estío
de luciérnagas en las madrugadas.
A la sombra de la higuera sabrás
el por qué no fueron suficientes
los deseos en ímpetu derramados
ni por qué las palabras escrutadas
en aquel momento de ofuscación
te siguen lastimando las heridas.
Aunque pretendas ocultar el otoño
extrañarás las risas de higos maduros
y sabrás el por qué si quiera intentar
retroceder, añorar o pedirte perdón
frente a una higuera desnuda ya no
tiene sentido, amor que fue urgencia.
Inexorable el otoño está ahí fuera y tu
interior te reclama, su rosal y limonero
con sus flores, sus frutos y sus espinas
aferrándose a la lucha por el presente
como tú, que te crece en las tormentas
que tu mirada en las noches presienten.
Como tu, que te creces en las tormentas